La fecha coincidió con los ejercicios militares conjuntos estadounidense-tailandeses a los que también debían asistir expertos militares de China, Japón, Indonesia y otros países. El mundo no fue informado sobre sus resultados ni el área exacta donde se llevaron a cabo.
“El simulacro debía implicar la imitación de un conflicto armado en tierra, en el agua y en el aire, e incluiría ejercicios con fuego real”, agrega Cawthorne.
“Otra caja negra bien podría haber sido arrojada al mar a mil millas al oeste de Perth (el puerto australiano situado más cerca del área de la supuesta precipitación del avión) mientras estaban realizando la búsqueda en el mar de China. En estas circunstancias, con la cantidad de desinformación que se difunde por el mundo, es mejor ser escépticos”.
“Nadie quiere un escándalo semejante al de Lockerbie” (que envolvió al vuelo 103 de Pan American explosionado por terroristas en 1988 en pleno vuelo), sostiene Cawthorne. “Por lo tanto, los implicados tienen sus razones para callar sobre lo sucedido”.
Además, el autor insiste en que el avión desaparecido podría haberse encontrado sin dificultad alguna si la compañía aérea hubiera actualizado el programa de localización de la aeronave, invirtiendo tan solo diez dólares por cada avión. El software usado por Malaysia Airlines estaba desfasado, según sus datos. Y el ahorro en su actualización llevó a unas pérdidas de casi 136 millones de dólares, recientemente declaradas, a raíz de la desaparición del avión y las medidas emprendidas para localizarlo.
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